La culpa materna

La culpa materna y la mala madre

Hace una semana empezamos las dinámicas de la Tribu Online que dinamizo en Facebook con las propuestas que me fuisteis lanzando en mis redes sociales, por email y a través de mi web.

El primer tema, por amplia mayoría, fue “La culpa materna”.

Dentro de este tópico, las inquietudes que recibí tenían dos miradas: 

-la nuestra, como mamás, sintiéndonos malas madres por desear y/o tomarnos un momento propio sin nuestros hijos.

-la del mensaje que recibimos de nuestros peques cuando nos califican como malas por no prestarles atención o dejarlos al cuidado de alguien más (otro progenitor, abuelos, familiares, amigos o una canguro) para tener nuestro espacio.

Hay muchas aristas en esta vivencia tan habitual entre las madres, que dependen tanto del contexto, la relación establecida madre-hijo y la realidad de cada familia. 

Dado que la tribu es un espacio para escucharnos, apoyarnos y encontrar estrategias para vivir la maternidad de la mejor manera posible, espero que entendáis que cada situación, cada momento, es único. Y que como profesional dinamizando el grupo enfoco en lo general, porque es donde vamos a encontrar más puntos en común para el debate.

En el caso de que sintáis la necesidad de un acompañamiento terapéutico individualizado, podéis dar el paso solicitando una cita online conmigo.

El tema de la semana: La culpa materna y la mala madre.

La autopercepción.

Cuando pienso en la función materna, pienso en la importancia de identificarnos con el bienestar de nuestros hijos. Ese bienestar que sólo les podemos otorgar cuando logramos ponernos a su disposición comprendiendo, empatizando y vibrando en sintonía con su realidad emocional.

Hace tiempo leo sobre el ya famoso debate entre la cantidad del tiempo dedicado a nuestros hijos y la calidad de ese tiempo. Pero ¿quién define la cantidad apropiada o la calidad que compensa la ausencia de tiempo? ¿No somos nosotras, madres, las expertas en nuestros hijos? ¿No somos nosotras, madres, las conocedoras plenas de las circunstancias que rodean nuestra maternidad?.

Las madres deberíamos dejar los manuales y a los “expertos” (profesionales o consejeros no pedidos) y empoderarnos en nuestra decisión, en nuestras posibilidades, en nuestra realidad.

Lo que sí está claro, bajo mi punto de vista, es que la calidad no se barema con una lista de actividades correctas que debemos generar en torno al tiempo compartido con nuestros hijos.

La calidad supone estar dispuestas y disponibles, receptivas a las necesidades del peque, a sus demandas explícitas e implícitas. 

Practiquemos la escucha activa, leamos en nuestros hijos qué necesitan. Quizás sea que contemos un cuento o los llevemos al parque, quizás que nos sentemos a jugar en el suelo con ellos, quizás sólo quieran que los observemos mientras hacen/pintan/bailan. 

Hacer una maratón de actividades, traslados incluidos, dedicando las tardes completas de todos los días de la semana a las actividades infantiles no nos hace mejores madres. 

Cuando podamos disponer de tiempo para ellos, busquemos que coincida con los momentos que podamos mirarlos a los ojos y prestarles la atención que demandan, sin dirigir, sin imponer. 

Aquí ya cortamos con esas etiquetas nada constructivas. Quien dedica más tiempo, hablando de horas, minutos y segundos, no es “buena madre”. Quien dedica menos, tampoco “mala madre”. Esa autopercepción forzada socialmente es demoledora. 

Lo importante es remitirnos a esa frase tan trillada como real “ mamá feliz, bebé feliz”.

Para poder acompañar, escuchar y estar realmente presentes en la crianza necesitamos hacerlo desde la entrega.

Y esa entrega de nuestro tiempo debe estar en armonía con el resto de tiempos que necesitamos para sentirnos bien, ya sea desarrollándonos profesionalmente, permitiéndonos ir a clases de yoga, buscando espacios de ocio propios, solas, con amigas o en pareja, retomando ese libro que nos espera en la mesilla de noche mientras acumula polvo.

Hay un punto de inflexión diferente en las maternidades atípicas, donde el cuidado y la atención suponen una intensidad exponencial por las características del hijo dependiente o gran dependiente. Esta crianza diversa la abordaré en un nuevo post, con un spoiler: es mucho más difícil encontrar los momentos propios, pero a la vez muchísimo más necesario.

«Mi hijo me dice que soy mala».

Cuando nuestros peques nos califican de malas madres se disparan varias emociones en nuestra persona. Nos frustra, nos enfada (¿con todo lo que hago por ti?), nos preocupa.

Esas emociones que nos tocan nos dicen algo que va más allá de lo que nos dijo nuestro hijo. Estamos dándole connotaciones adultas a una expresión infantil.

El vocabulario en los niños no tiene la corrección connotativa de los mayores. Así como muchas entendemos que deben aprender a identificar sus emociones y poco a poco, gestionarlas mejor, ¿Por qué no recordamos ésto cuando la frase se dirige a nuestro rol maternal?.

Los pequeños hablan desde su propia frustración y lo hacen como pueden. Comencemos por hablar con ellos sobre el ser o actuar. No somos buenos o malos, a veces actuamos mejor o peor. Si no queremos etiquetas para nuestros hijos, ¿por qué asumimos esas etiquetas para nosotras?.

Busquemos las formas de transmitirles nuestras necesidades individuales a su nivel comprensivo. Podemos usar la palabra, explicarlo con un cuento, hacerles un dibujo como apoyo visual.

Es importante no enfrentarnos, sino explicarnos. Podemos recurrir a ejemplos cotidianos que se les presentan a ellos.

Por ejemplo, recordarles que no siempre quieren jugar con sus hermanos/amigos/compis del cole. A veces disfrutan jugando solos, con todos los juguetes en su poder, usando su imaginación libremente sin tener que negociar con terceros. Pero no por ello dejan de querer a sus hermanos, no dejan de desear compartir momentos (otros) en su compañía.

A mamá le pasa lo mismo. El amor y el disfrute de estar con nuestros hijos no se evapora cuando aparece la necesidad de un espacio propio. Hay momentos para todo y es interesante buscar esos paralelismos que sólo nosotras conocemos sobre nuestros hijos, para que comprendan la magnitud de esta necesidad de espacio propio para mamá.

¿Qué otros ejemplos del día a día de tu hijo se te ocurren para explicarle tus propias necesidades?

¿Conoces algún cuento infantil que sirva para ilustrar este mensaje y quieras compartir conmigo?

Cuéntame.

Firma de Psicóloga Charo Poggi

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Imágenes propias y Freepik

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